Qué hacemos

Producimos e investigamos en el ámbito de la  arquitectura y el urbanismo de código abierto.

Tenemos una serie de líneas de trabajo principales: vivienda, espacio público, urbanismo táctico, participación ciudadana y la producción de herramientas digitales, manuales, didácticas y colaborativas relacionadas con todo lo anterior.

Hemos clasificado nuestras actividades en tres formatos: Recursos I+D, Conexiones, Procesos/proyectos. Os explicamos cómo funcionamos:

Trabajamos con las personas que desean intervenir en los espacios que habitan. No hay límite de edad: hemos trabajado con personas muy, muy jóvenes y con miembros de la llamada “tercera edad”. Nos importa la cuestión del género, en el sentido de que todo el mundo debe tener voz y en que sabemos que nuestros espacios necesitan feminizarse y diversificarse para ser mejores y más inclusivos.

Nos entusiasma la fase constructiva de los proyectos. Además, pensamos que es muy importante que la participación se dé en todas las fases del trabajo, desde la concepción del proyecto a su construcción. Los espacios que se comparten desde el principio y que se construyen en colaboración tienen otra calidad, y son vividos y cuidados de otra manera. En nuestra opinión este empoderamiento forma parte fundamental de eso que llamamos Derecho a la Ciudad.

Hace tiempo que estamos activos en esta aventura por una arquitectura de código abierto. Desde el principio nos dimos cuenta de que necesitamos nuevas herramientas para cuestionar las bases de la producción urbana. También desde muy pronto somos conscientes de que no estamos solos en este viaje, y hemos tenido la suerte de encontrar grandes cómplices con quien generar instrumentos para trabajar y compartir conocimiento. Los formatos son diversos: plataformas web, guías, manuales de montaje, juegos y lo que haga falta. Todo ello con licencias libres para su uso público.

Nos esforzamos por diseñar y construir con criterios de sostenibilidad. Entendemos por ello aprovechar y reaprovechar los materiales y los recursos en general, de modo que resulten procesos más ecológicos pero también más económicos. Las dos cosas suelen ir de la mano. Además, lo primero es bueno para el planeta y lo segundo es bueno para la inclusión social, especialmente si pensamos en los colectivos con menos medios. Los recursos vienen y van, la gente los cede o los demanda y la red ayuda a distribuirlos de la mejor manera posible.